Nunca me gustó ir al dentista. Supongo que nadie lo cita como uno de sus pasatiempos predilectos: estar con la boca abierta babeando mientras alguien te mete aparatos metálicos en ella no es muy agradable que digamos. Pero es imprescindible hacerlo si queremos una adecuada salud bucodental. Con todo, yo había estado un poco más tiempo de la cuenta sin visitar el dentista y empecé a notar unos dolores que no parecían traer nada bueno. Y me tocaba buscar dentista porque el último al que había ido estaba muy lejos de mi casa actual.
Buscar una buena clinica odontologica es como cualquier otra cosa: es cuestión de suerte, pero también hay que poner un poco de tu parte. De mano, a cualquier dentista se le puede presuponer profesionalidad y formación. Pero para sentirte cómodo en el sillón dental, el paciente suele necesitar algo más que profesionalidad.
En mi caso, yo soy muy susceptible para bastantes cosas. De repente, un gesto o una frase me pueden enfadar y ya no me siento cómodo. Y no estar a gusto en el dentista es lo peor que puede pasar. Se puede decir que el dentista me tiene que caer más o menos bien. No hablo de tomar copas con él o ella, pero sí que note que podría tener una conversación con esa persona que no fuera sobre empastes o coronas.
Tras probar un par de dentistas por mi zona, acudí a una clínica odontológica que estaba muy bien recomendada por internet. La mujer que me atendió me dio buenas vibraciones porque mostraba un equilibrio entre lo coloquial y lo profesional. Sabía hacer una broma cuando tocaba y ponerse seria cuando había que ponerse. Más o menos eso es lo que busco yo en cualquier ‘doctor’, también en un dentista. A mí me gustan las bromas para relajar ambientes cargados, y a menudo el dentista es un sitio un poco cargado de todo.
Así que el casting terminó con esta mujer. Y no me equivoqué en mi elección. Tras las primeras exploraciones se descubrió que había un problema ‘gordo’ en mi boca y había que hacer bastantes cosas: mejor que lo haga una persona que te caiga bien.