Mi última batalla con mi compañía de internet y telefonía se libró en una tienda física. Llevo batallando con ellos desde hace meses, desde que hice un amago de portabilidad que me salió regular. La cuestión es que no se trataba de ningún amago, sino que realmente quería cambiar de compañía, pero como el técnico de la nueva compañía no fue capaz de instalarme la televisión por no sé qué problemas técnicos en su primera visita, los otros aprovecharon para hacerme una contraoferta muy apetecible.
Al final acepté la contraoferta, pero esta no se cumplió estrictamente. Y aunque al final salí ganando, fue por poco, por mucho menos de lo que se me prometió. Pero como a mí no me gusta luchar, lo fui dejando un tiempo hasta que cargué otra vez las pilas para volver a la carga. Porque cuando se trata de compañías de telecomunicaciones hay que estar armado de paciencia y astucia hasta las cejas. Y así me fui a la tienda a reclamar lo que era mío, pero allí me encontré con un hueso duro de roer, un vendedor de esos que lo lleva en la sangre capaz de colocar hielo a unos inuit.
Y en este caso insistía en venderme una alarma para mi casa. De poco sirvió al principio que yo le dijera que hacía poco había pagado por la instalación de puertas de seguridad blindadas Vigo, que cambié la vieja puerta porque era menos segura que tener una cortina de entrada en casa. Lo cierto es que llevábamos tiempo queriendo cambiar la vieja puerta. Éramos los únicos del edificio con la puerta antigua, pero nunca he sido muy aprensivo con eso de los robos: no tengo joyas ni ningún dispositivo Apple en casa y se ve que los cacos solo quieren aparatos con la manzanita, si son Windows o Android los dejan en casa, incluso los abrillantan.
Sea como fuere, finalmente cambiamos la puerta, no vaya a ser que nos encontráramos con un ladrón original que decidiera que un PC antiguo y sin actualizar es un buen botín. Y por eso pagamos por instalación de puertas de seguridad blindadas Vigo. Pero el vendedor dale que te pego con la alarma hasta que me levanté diciendo, gracias, pero no, gracias. Sin darme cuenta de que yo había ido a la tienda a por otra cosa. Otra batalla perdida. Si es que no hay manera.