Una terraza es una terraza. Las hay cuadradas, rectangulares, en esquina, las hay gigantes y pequeñas, pero todas son terrazas. La cuestión es cómo aprovechamos el espacio. En el caso de mi hogar, tengo una terraza de una forma muy caprichosa que deriva de la reforma que hizo su primer propietario. Y creo que yo hubiera hecho algo similar a lo que él hizo.
Aprovechando que el salón tiene muy buenas vistas, redujo el espacio del mismo para abrir una terraza. Entiendo que recibió el permiso pertinente, porque para esta clase de obras externas, uno no puede hacer cualquier cosa en una casa. Pero es evidente que lo consiguió. Y lo que hizo fue, como digo, dejar el salón más pequeño a cambio de abrir una terraza. Pero como tampoco el espacio era infinito y no quería quedar sin nada de salón, la terraza es alargada pero estrecha… tal vez muy estrecha.
En este sentido, no es fácil, por ejemplo, colocar muebles en esa zona. Yo mismo he tenido que buscar mucho hasta dar con una mesa plegable para terraza adecuada. Pero hay que buscar para lograr aprovechar el espacio. Al final, es evidente que esta terraza no sirve para jugar un partido de fútbol ni para hacer gimnasia. Sus dimensiones no permiten muchas alegrías, pero sí permite colocar un par de sillas, una mesa plegable, el tendal de vez en cuando y el aparato del aire acondicionado del salón.
Porque cuando llega el verano, esta minúscula terraza es una maravilla. Ver el atardecer sentado en una silla, tomando algo sobre la mesa plegable para terraza, es una experiencia única que no podría darse si no se hubiese hecho la reforma. Porque se puede ver también la puesta de sol desde el salón, pero no es lo mismo. Así que cuando tengo visitas en invierno, miran con un poco de desdén mi terraza, pero cuando llegan en verano se pelean por coger una de las dos sillas de la terraza. Porque la otra es para mí, por supuesto, que para eso soy el anfitrión.