Media nevera 

por | 19 septiembre, 2019

Todo el mundo organiza la nevera a su manera. Hasta los que no tienen ningún tipo de organización lo llaman un “desorden ordenado”. Si abres la nevera la mano va de forma automática al refresco o al yogur: no tienes que estar trasteando y preguntándote: ¿dónde está la dichosa mayonesa? Pues en nuestra nevera la balda superior, la más ancha, es para los yogures, una especie de droga familiar. 

Siempre pasa lo mismo: compramos decenas de yogures en nuestra compra semanal. Cuando llegamos a casa y echamos un vistazo a la nevera contabilizando cuarenta yogures nos lamentamos: ¡nos van a caducar! Pero nunca caducan. Somos los monstruos del yogur, como aquel famoso muñeco que estaba enganchado a las galletas.

En lo que a mí respecta, me valen todos los sabores de yogures. De hecho, yo prefiero los yogures de sabores que los naturales. Supongo que a mucha gente le pasa porque los de sabores son más dulces. Macedonia, coco, limón, fresa, etc. Cada vez hay más sabores. Es verdad que yo también tengo mis preferidos, pero no me importa comer uno u otro. 

Me aficioné al yogur desde pequeño. Supongo que es un producto muy socorrido para los padres. Se supone que es sano porque es leche y tiene un sabor y una textura agradable. En mi casa, después de comer, casi siempre se tomaba de postre un yogur. Y así sigue siendo. Hubo un tiempo en el que me planteé cambiar algunas viejas costumbres y sustituí el yogur por la fruta, pero no funcionó. Me encanta la fruta pero nunca después de comer. Yo prefiero la fruta sola sin combinación con otras comidas. Por ejemplo, lo primero que hago al levantarme es comer fruta y un poco más tarde tomo café.

Si bien me gustan todos los sabores de yogures es verdad que nunca he sido muy seguidor de los yogures con trozos de fruta. Volvemos a lo de antes: la fruta sola, gracias. Y aunque a mí no me gusta mucho el yogur natural tenemos en casa un firme defensor: mi hijo de 2 años que los devora.