En verano, los mejores planes son aquellos que tienen como protagonista a la naturaleza. Estar al aire libre, en contacto con el mar, con la vegetación o con el aire puro de la montaña es lo que necesitamos para cargar las pilas y disfrutar de una sensación de libertad que no tenemos ni de lejos en las ciudades. Por eso, si buscas un plan perfecto, la naturaleza te lo ofrecerá.
-Visitar el camping de las islas cíes. Es un plan ideal tanto si vas en pareja como si vas con amigos o incluso con niños. Las Cíes enamoran y pasar solamente el día puede no ser suficiente para desconectar al máximo. La experiencia de la noche es algo que no vas a querer perderte, por eso te recomendamos que hagas la reserva en el camping y aproveches para formar parte de las actividades que se organizan durante la noche, como por ejemplo las de ver las estrellas. Ver las estrellas es algo que no es fácil hacer en la ciudad por la contaminación lumínica. Te alucinará ver el cielo en Cíes.
-Alquilar una vivienda en algún pueblo perdido de la montaña. Si lo tuyo no es la playa, siempre puedes alquilar alguna casita en un pueblo perdido de la montaña y disfrutar caminando por los bosques. Algunas aldeas perdidas se han reconvertido en alojamientos para visitantes, que pueden alquilar las antiguas viviendas de los lugareños y disfrutar de la experiencia de la aldea, pero sin renunciar a algunas cosas propias de ciudad, como Internet o televisión. Pero también puedes optar por la experiencia auténtica al cien por cien y alquilar una casa en un pueblo en el que no haya más turista y donde puedas conocer la auténtica vida de aldea.
-Disfrutar de la comodidad de un hotel rural. Y si eres de los que naturaleza sí, pero sin exagerar, entonces lo tuyo es el hotel rural. Durante el día puedes salir por la naturaleza, realizar rutas de senderismo, pasear en bicicleta por los caminos pero, de vuelta a casa, podrás disfrutar de los pequeños lujos de un hotel, como una maravillosa habitación perfectamente decorada y un restaurante al que ir a cenar tras darte un largo baño de burbujas. Y todo sin renunciar a la comodidad y a estar en un lugar idílico rodeado de monte o, tal vez, frente a una playa.