Una ruta marítima 

por | 16 agosto, 2022

Hay ciudades que por razones desconocidas siempre dejamos para una mejor ocasión, tal vez por cercanía, como pensando “bueno, ya la conoceré en cualquier otro momento”. Y una de ellas es Vigo, de la que me habían hablado muy bien, pero a la que nunca había viajado. Tuvo que ser una amiga que conocí por internet la que me invitara a conocer su ciudad. Me pareció un estupendo plan para este verano, teniendo en cuenta como estamos con los calores en la meseta. Porque en Vigo también hace calor, pero la brisa atlántica se agradece mucho.

Así que allá que me fui después del mensaje de mi amiga: “descubre Vigo conmigo”. Sonaba bien y así fue. Uno de los primeros lugares a los que me llevó fue toda una sorpresa. El puerto de Vigo es uno de los más importantes de España, pero lo que yo iba a ver allí no eran barcos y astilleros, que también están muy bien, sino una escultura del escritor preferido de mi infancia: Julio Verne. No tenía ni idea de que en el puerto de Vigo había una escultura en su honor. Y además es muy curiosa, mitad padre de la literatura fantástica, mitad pulpo, en honor a obras como Veinte mil leguas de viaje submarino.

Aquel descubre Vigo junto a mi amiga empezó de la mejor manera. Y después tocaba playa, acercándonos a la playa de Samil, al oeste de la ciudad. De donde yo vengo no hay playas, así que cualquier playa me parece bien, pero esta me gustó especialmente, por el ambiente y por su tranquilidad. Después de tanto mar llegaba el turno de empezar a catar las delicias que nos ofrece el mar a nivel gastronómico.

Nos fuimos al barrio de Bouzas, un lugar que mi amiga conoce bien porque vivió ahí en su infancia. Recorrimos buena parte de sus rincones y me contó la historia de este lugar: me encantaron sus calles estrechas y sus casitas bajas. Y luego paseamos un rato por la Alameda de Bouzas para descansar. Y, por último, descubrimos la noche de Vigo, que tampoco está nada mal. Un viaje muy completo.